Como no, hoy me toca hablar sobre la tan esperada vuelta al cole, que para mí, igual que para muchos, es un momento muy especial. Me recuerda a mi vuelta al cole cuando era pequeña y me gustaba ir al colegio, quería que llegase ese momento de ver de nuevo las caras a mis compañeros, poder escoger las libretas nuevas y pasarme horas decidiendo de qué color las quería, estrenar Plastidecor; me acuerdo también de las gomas Milán Nata impolutas, de los lápices 2B sin estrenar...
Para mí era un momento feliz. Y para mis hijos creo que también lo ha sido. Tenían ganas de empezar, de ver a los compañeros, a sus profesores...
En muchos países los niños tienen tantas vacaciones como los nuestros pero más repartidas: más días en carnaval o semana blanca, más días en Semana Santa... y menos los meses de verano. Es un reparto que para mi gusto es mucho más equilibrado tanto para la conciliación familia-escuela (se reducen mucho los problemas de qué hacer con los niños los meses de verano) como para el disfrute de los niños para los que, aunque parezca mentira, el verano se hace largo. No soy una esclava de los horarios pero trasnochar, las juergas, la playa... les agota, y cuando un niño está agotado se pelea con más frecuencia, protesta más, grita más... y los padres nos cansamos antes, con toda sus consecuencias. Por eso observo en muchos niños que para que estén plenamente felices tienen que estar descansados... y tanto verano les agota.
A lo que iba: mis hijos iban felices al colegio, y al final creo que eso es lo que buscamos los padres cuando escogemos un centro escolar. Hoy me voy a poner del lado de los padres. Creo que seleccionamos un colegio u otro por una serie de requisitos globales que hacen factible mandarlos a ese centro: precio, proximidad, horario, autobuses, oferta de paraescolares, número de asignaturas en lengua inglesa, y un largo etcétera. Pero por muchos de estos requisitos que se cumplan, casi todos nosotros cambiaríamos a los niños de colegio si no fuesen felices. Si tu hijo va triste, llora y llora y lo pasa mal raro es que felizmente le puedas dejar ahí.
Y digo que me pongo del lado de los padres porque cuando son pequeños nos importa más el cariño que les den los profesores, la atención y los cuidados que el nivel educativo. Como profesora en mis comienzos le habría dado más importancia a 'qué enseñar' que 'a quién estoy enseñando' y cómo lo estoy haciendo. Como madre llegas a un punto en el que dices "qué más da que aprendan todo el abecedario este año que el que viene; lo que me importa es que están cuidados, queridos, y felices, y por eso yo me puedo ir a trabajar relajada y contenta".
Para celebrar esta vuelta al cole, una rica merienda-cena con empanada de atún:
Ingredientes para la masa:
600gr. harina
350 gr. mantequilla blanda
4 yemas
1 cucharadita de sal
12 cucharadas soperas de agua templada
Ingredientes para el relleno:
1 cebolla grande
1/2 lata grade de atún
pimiento rojo
aceite
sal
pimentón dulce
Elaboración del relleno: pon una base de aceite, trocea mucho la cebolla y bóchala en el aceite con el pimiento (yo lo dejo en trozos grandes porque lo retiro una vez echa la mezcla, pero si te gusta y no te repite, puedes dejarlo troceado), una vez pochado, añade una cucharadita de pimentón (hazlo justo al final porque si no se quema).
Elaboración de la masa: mezcla todo mucho, haz una gran bola y tírala contra la mesa de la cocina cuatro veces; no te lo tomes a broma, ahí está el secreto (porque le quitas el aire). Divídela en dos y estira ambas bolas de masa. Pinta con aceite una fuente de horno y fórrala con masa. Métele el relleno y tápalo con la otra masa ya estirada, haciendo un agujero en el medio para que sude mientras la horneas. Píntala con huevo. Precalienta el horno a 180º y mete la empanada unos 45 minutos.