Últimamente he leído muchos artículos en los que se habla de los
problemas que existen entre padres e hijos adolescentes. Por suerte padres e
hijos cada vez se llevan mejor, pero por desgracia cuando hay problemas suelen
ser más graves y difíciles de solucionar. La gran mayoría de padres,
profesores, psicólogos y pedagogos coincidimos en que muchos de esos problemas
tienen su origen en la falta de comunicación.
¡Cuántas veces no oímos a muchos padres decir “si le hubiese escuchado”,
“si me lo hubiese contado”, “yo podría haberle ayudado”!
Es cierto, muchas veces podemos ayudar a nuestros hijos, pero sólo
si sabemos qué les pasa. Son adolescentes y por lo tanto vergonzosos, así que
si quieres saber qué le pasa a tu hijo tendrás que averiguarlo sin preguntarle
directamente y siempre respetando su intimidad, sus cosas, su sitio, su
espacio. ¿Cómo hacerlo?... Por suerte aún me quedan años para seguir leyendo…
Por lo de pronto, se me ocurre que debo contribuir a favorecer la
comunicación con mis hijos, que debo ayudarles a aprender a expresarse (ojo, no
enseñarles, sino ayudarles a aprender), a compartir sentimientos, miedos y
preocupaciones.
La comunicación es, por definición, la forma de expresarse
mediante un código común entre emisor y receptor, que busca la comprensión
entre ambos. El problema en la adolescencia es que muchas veces padres e hijos
no usamos el “mismo” código. Y ¿por qué no empezar por ahí? Practiquemos con
nuestros hijos desde que sean pequeños a expresarnos, ellos y nosotros,
enseñémosles la importancia de saber expresarse bien y de interpretar las
formas de expresión de los demás, sea la que sea la que ellos elijan.
Desde muy pequeños todos nos expresamos, cada uno con nuestro
mejor lenguaje. Y este lenguaje se escoge de forma individual.
Hoy en día se reconocen estos diferentes tipos de lenguaje: verbal
(oral y escrito), plástico, musical, gestual, audiovisual, lenguaje de las
tecnologías de la información y la comunicación. Es tal su importancia que la
Educación Infantil en todos los países trabaja todos estos tipos de lenguaje.
Los niños están en continuo aprendizaje pero sobre todo son un
libro abierto, hablan hasta que les pedimos que se callen, son sinceros hasta
que les reprimimos, muestran sus sentimientos constantemente hasta que, sobre
todo en público, les pedimos que los oculten.
Si desde pequeños les dejamos que se expresen, cada uno con su
lenguaje, de mayores les costará menos abrirse con nosotros, contarnos sus
problemas, sus preocupaciones. Pero deben ser ellos quienes decidan según sus
preferencias el medio de expresión, sin obligaciones ni imposiciones.
El primero de los lenguajes mencionados, el verbal, es al que se
le dedica mayor número de horas en el ámbito escolar debido a que se entiende
como de uso común para todos los ciudadanos. Para mí su importancia es enorme
(la grandiosidad del poder de las palabras) en todas las etapas de la vida: en
los exámenes en el colegio, a la hora de redactar tu currículum, al escribir un
email de trabajo…
Pero como en casa del herrero cuchillo de palo…: a mi hijo de 6
años le aburre escribir. Lo hace, y bien, y además obedece, pero no le gusta.
Opino que con seis años no sirven ni “pues lo haces sí o sí” (recibes el efecto
contrario), ni “pues es muy importante aprender a leer y a escribir” (con seis
años no se ve esa importancia). Lo que se debe hacer es conseguir que le vea
realmente la utilidad a escribir (que se la vea él, no tú), y si de paso le
acaba gustando, pues estupendo.
Aquí os dejo hoy una serie de actividades que podéis hacer para
practicar lecto-escritura con vuestros hijos:
- Hacer la lista de la compra. Si quieren sus cereales favoritos tendrán que escribirlo en la lista, y una vez en el supermercado, tendrán que ir leyendo y tachando.
- Postales de Navidad. Sale barato (unas postales y unos sellos), es divertido, es una tradición que compartir entre personas de distintas edades (pueden mandar postales a amigos, a los abuelos, etc.)
- Carta a los Reyes Magos. Creo que aquí no hay nada que explicar.
- Etiquetas con nombres. Aprovecha la cena de Nochebuena para que escriban el nombre de los invitados y los coloquen encima del plato de cada uno.
- Whatsappea: seguro que no hay nada que le guste más a tu hijo que tu móvil. Dale el premio de vez en cuando de que escriba un Whatsapp a tu marido o a tu mujer diciéndole “te quiero”, con todas las letras. Le encantará leer la respuesta.