Hace poco leí un artículo de la revista Bazaar sobre lo ridículo que resulta ver a mujeres con ropa interior y exterior con prints infantiles. Hablaba también de lo espantoso y fuera de lugar que queda ver a madres vestidas con ropa más propia para la edad de sus hijas...
Y me dio mucho, pero que mucho que pensar....
En este sociedad, en la que, queramos o no, todos tenemos un rol, tenemos que ir acordes con él. No podemos trabajar en la ventanilla de un banco con una cresta en la cabeza, ni podemos sentarnos en el suelo de una plaza a vender pulseras vestidos de Chanel. Simplemente, no encajaríamos. Así le sucedió a Eliza Doolittle en Pygmalion (Bernard Shaw), más conocida hoy en día por su versión musical, My Fair Lady. En ella Audrey Hepburn juega una papel impresionante en el que Eliza Doolittle (Liza) una chica Cockney, pretende entrar en la alta sociedad londinense pero no lo consigue porque su forma de hablar es absolutamente diferente a la esperada. Ayudada por un fonetista, el profesor Higgins (interpretado por Rex Harrison) aprende y modifica por completo su forma de expresarse por lo que es aceptada por la clase alta, pero cuando pretende volver a su barrio la rechazan por el mismo motivo: la ven inapropiada, distante, no se fían de ella...
Si trasladamos lo que a Liza le sucedió al mundo de la moda viene a ser lo mismo que explicaba antes sobre nuestro rol en esta sociedad. Estoy de acuerdo con la revista Bazaar con que las madres debemos vestirnos como madres, pero me pregunto, ¿acaso no podemos ir perfectas con una camiseta de Hello Kitty? (Y de hecho no debo de ir desencaminada cuando las tiendas más internacionales están llenas de camisetas, pijamas, calcetines, accesorios... con licencias tipo Kitty, Minnie, Mafalda, Snoopy...).
Creo que es importante, tanto por la "salud mental" de nuestro hijos como por los vínculos que después creemos entre nosotros, alejar a nuestros hijos del sentido del ridículo. Hay que enseñarles a sobrellevar el ridículo cuando caigan en él, pero no creo que sea bueno que sientan ridículo y por lo tanto se avergüencen de nosotros. Salvando siempre la etapa que tienen todos llegada la adolescencia en la que nos guste o no van a "renegar" de nosotros.
No se trata de vestirnos como nuestras hijas. No hace falta (y tampoco hay tallas en el mercado) que nos pongamos los mismos vestidos que les compramos a ellas, pero desde mi punto de vista sí es precioso el compartir con ellas algo de lo que llevamos puesto, sea un simple accesorio, un estampado, un patrón... Personalmente, ahora que mi hija tiene un año, aprovecho y me compro algunas cosas iguales (tenemos una camiseta de Kitty que llevamos a la playa las dos tan contentas) y algunos accesorios para mí con prints típicos de niña que ella señala como loca y no para de tocar (creo que es la hija más feliz del mundo cuando va debajo del paraguas rojo que tiene un dibujo de Hello Kitty).

Hace poco desempolvé la máquina de coser. Tenía que probar con un retal por si funcionaba bien o no ya que hacía años que no la usaba, y encontré en una tienda de chinos esta tela de 1m x 1,5m por sólo 2€. Me pareció un estampado precioso así que compré dos por si acaso tenía la suerte de que la máquina funcionase y de que con ese precio no se rompiese al lavarla...
Por suerte la máquina funcionó y tras una mañana en que la peque estuvo tranquila, más una película cuando se acostaron todos, marido incluido, el resultado fue una falda larga para mí y un vestido para mi hija.
Habrá (y muchos) que nos vean por la calle y piensen que soy ridícula, los habrá que les gustemos, a quien les demos incluso envidia..., pero no habrá nadie que al vernos por la calle le quepa la más mínima duda de que somos madre e hija.
¿Hay acaso algo más bonito?
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