La frase de la semana

La frase de la semana:
"Todos los días tienen algo bueno que te encantaría que se repitiese"

miércoles, 29 de abril de 2015

Sé tu marido por un día

   Siempre noté mucha diferencia entre las actrices de Hollywood y yo, pero hoy leyendo en la revista Elle una entrevista a Pe(nélope) he dado con LA DIFERENCIA.
   Dice, como decimos todas, que la maternidad le ha cambiado la vida, y puntualiza (y esto ya no lo decimos todas, sino sólo las famosas) que ahora su vida es mucho más tranquila, más calmada, vive más feliz y disfruta más del momento…  
   Justo al revés que lo que supone la maternidad para el resto de las mujeres: eres más feliz, sí, pero vives con muchísima menos tranquilidad, más apurada, y disfrutas mucho menos (por no decir que no disfrutas) de todos y cada uno de “los momentos”.
   Definamos en primer lugar “los momentos”. Tal vez para Pé un “momento” refiriéndose a su maternidad sea sentarse a jugar con sus hijos con todo limpio, recogido, la cena hecha y la ropa planchada. Para el resto de las mujeres un “momento” es: juegas con tus hijos un minuto, te levantas porque te acuerdas de que tienes que sacar carne del congelador, juegas dos minutos y te levantas otra vez para encender la lavadora (ropa que ya estaba lavada pero que hay que volver a lavar porque te olvidaste de colgarla).
   Está claro que quien puede pagar ayuda en casa disfruta mucho más de sus hijos por el simple hecho de tener más tiempo de calidad con ellos; pero el resto de las mortales, por nuestra felicidad y por la de nuestros hijos, ya que tenemos la suerte de pasar muchas horas al día con nuestros hijos tenemos que aprender a desconectar, improvisar más, y buscar como sea momentos de calidad para conseguir que de mayores tengan recuerdos de su madre simplemente jugando con ellos, cosa que muchos de nuestra generación no tenemos.
   Esta teoría la sabemos todas pero es difícil aplicarla. Y en este punto creo que debemos aprender de los hombres. Ellos viven más felices, en general, porque viven más relajados. Por poneros un ejemplo, nosotras jugamos con los niños pensando a la vez en qué hacer de cena. Ellos juegan y ni se acuerdan de la cena; sólo cuando el niño llora piensan “¿por qué llora? ¿tiene caca? ¿No? ¿Tendrá hambre? Pues voy a hacer la cena. ¿Qué hago? No sé, ya veré, depende de lo que haya”. Y ya está. Tan contentos; calman el tigre del estómago del niño, y a seguir jugando.


   Hoy os invito a que probéis a hacer el rol de vuestros maridos por un día. Hacedme caso, os iréis a la cama con todo revuelto, pero absolutamente felices.

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