¿Alguna vez os ha cagado una
gaviota por dentro del coche? No, ¿verdad? Pues a mí, casi sí.
Y digo casi
porque no fue una gaviota la culpable, pero el resultado es el mismo. Aquí en
La Coruña cuando aparcas el coche en la calle puede ser que cuando vuelvas
algún ave carroñera haya hecho de las suyas y tengas el coche entero salpicado.
Salpicado de una masa que ni el limpia parabrisas puede arrastrar. Así, desde arriba,
como si nada, lanzan una metralla que te deja al coche fino de lunares blancos.
Y así estaba mi coche, pero por
dentro. Lleno de manchas blancas por el techo, por los asientos, por las ventanillas,
por el suelo… y como no, por toda la camiseta de mi pequeña fierecilla.
¡Ilusa de mí cuando compré los
nuevos y modernos petit-suisses que vienen en bolsita! La publicidad reza: más
prácticos, aguantan hasta cuatro horas fuera de la nevera, no necesitan
cuchara, y… “ayudan a que aprendan a comer solitos sin marcharse”. ¿Quién? ¿El
hijo del que los inventó?
Deberían cambiar la publicidad de
este producto. Podrían así competir con los huevos de chocolate con sorpresa
dentro (esos que se comen el chocolate, lo manchan todo y después no les puedes
dar el juguete porque es tan pequeño que se lo tragan y por tanto follón, llanto y pataleta al
cante). Este producto es mucho mejor: no se derrite y viene con helicóptero
incluido. Y si no que se lo digan a mi hijo que sólo le faltó decir ¡yeeeeha! al
tiempo que daba vueltas al petit-suisse cual cuerda de rodeo.
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