La frase de la semana

La frase de la semana:
"Todos los días tienen algo bueno que te encantaría que se repitiese"

martes, 29 de diciembre de 2015

Aprender a expresarse: Lecto-escritura


Últimamente he leído muchos artículos en los que se habla de los problemas que existen entre padres e hijos adolescentes. Por suerte padres e hijos cada vez se llevan mejor, pero por desgracia cuando hay problemas suelen ser más graves y difíciles de solucionar. La gran mayoría de padres, profesores, psicólogos y pedagogos coincidimos en que muchos de esos problemas tienen su origen en la falta de comunicación.  ¡Cuántas veces no oímos a muchos padres decir “si le hubiese escuchado”, “si me lo hubiese contado”, “yo podría haberle ayudado”!
Es cierto, muchas veces podemos ayudar a nuestros hijos, pero sólo si sabemos qué les pasa. Son adolescentes y por lo tanto vergonzosos, así que si quieres saber qué le pasa a tu hijo tendrás que averiguarlo sin preguntarle directamente y siempre respetando su intimidad, sus cosas, su sitio, su espacio. ¿Cómo hacerlo?... Por suerte aún me quedan años para seguir leyendo…
Por lo de pronto, se me ocurre que debo contribuir a favorecer la comunicación con mis hijos, que debo ayudarles a aprender a expresarse (ojo, no enseñarles, sino ayudarles a aprender), a compartir sentimientos, miedos y preocupaciones.

La comunicación es, por definición, la forma de expresarse mediante un código común entre emisor y receptor, que busca la comprensión entre ambos. El problema en la adolescencia es que muchas veces padres e hijos no usamos el “mismo” código. Y ¿por qué no empezar por ahí? Practiquemos con nuestros hijos desde que sean pequeños a expresarnos, ellos y nosotros, enseñémosles la importancia de saber expresarse bien y de interpretar las formas de expresión de los demás, sea la que sea la que ellos elijan.
Desde muy pequeños todos nos expresamos, cada uno con nuestro mejor lenguaje. Y este lenguaje se escoge de forma individual.
Hoy en día se reconocen estos diferentes tipos de lenguaje: verbal (oral y escrito), plástico, musical, gestual, audiovisual, lenguaje de las tecnologías de la información y la comunicación. Es tal su importancia que la Educación Infantil en todos los países trabaja todos estos tipos de lenguaje.
Los niños están en continuo aprendizaje pero sobre todo son un libro abierto, hablan hasta que les pedimos que se callen, son sinceros hasta que les reprimimos, muestran sus sentimientos constantemente hasta que, sobre todo en público, les pedimos que los oculten.
Si desde pequeños les dejamos que se expresen, cada uno con su lenguaje, de mayores les costará menos abrirse con nosotros, contarnos sus problemas, sus preocupaciones. Pero deben ser ellos quienes decidan según sus preferencias el medio de expresión, sin obligaciones ni imposiciones.
El primero de los lenguajes mencionados, el verbal, es al que se le dedica mayor número de horas en el ámbito escolar debido a que se entiende como de uso común para todos los ciudadanos. Para mí su importancia es enorme (la grandiosidad del poder de las palabras) en todas las etapas de la vida: en los exámenes en el colegio, a la hora de redactar tu currículum, al escribir un email de trabajo…
Pero como en casa del herrero cuchillo de palo…: a mi hijo de 6 años le aburre escribir. Lo hace, y bien, y además obedece, pero no le gusta. Opino que con seis años no sirven ni “pues lo haces sí o sí” (recibes el efecto contrario), ni “pues es muy importante aprender a leer y a escribir” (con seis años no se ve esa importancia). Lo que se debe hacer es conseguir que le vea realmente la utilidad a escribir (que se la vea él, no tú), y si de paso le acaba gustando, pues estupendo.

Aquí os dejo hoy una serie de actividades que podéis hacer para practicar lecto-escritura con vuestros hijos:

  •       Hacer la lista de la compra. Si quieren sus cereales favoritos tendrán que escribirlo en la lista, y una vez en el supermercado, tendrán que ir leyendo y tachando.
  •       Postales de Navidad. Sale barato (unas postales y unos sellos), es divertido, es una tradición que compartir entre personas de distintas edades (pueden mandar postales a amigos, a los abuelos, etc.)
  •        Carta a los Reyes Magos. Creo que aquí no hay nada que explicar.
  •      Etiquetas con nombres. Aprovecha la cena de Nochebuena para que escriban el nombre de los invitados y los coloquen encima del plato de cada uno.
  •       Whatsappea: seguro que no hay nada que le guste más a tu hijo que tu móvil. Dale el premio de vez en cuando de que escriba un Whatsapp a tu marido o a tu mujer diciéndole “te quiero”, con todas las letras. Le encantará leer la respuesta.





martes, 17 de noviembre de 2015

Coloca el sobremesa en el medio de la casa

Según el real Decreto 1513/2006, de 7 de diciembre, por el que se establecen las enseñanzas mínimas de la Educación Primaria, las competencias básicas son aquellas que debe haber desarrollado un joven al finalizar la enseñanza obligatoria para poder lograr su realización personal, ejercer la ciudadanía activa, incorporarse a la vida adulta de manera satisfactoria y ser capaz de desarrollar un aprendizaje permanente a lo largo de la vida.
Según la Unión Europea las competencias básicas son ocho: competencia en comunicación lingüística, competencia matemática, competencia en el conocimiento y la interacción con el mundo físico, tratamiento de la información y competencia digital, competencia social y ciudadana, competencia cultural y artística, competencia para aprender a aprender, autonomía e iniciativa personal (competencia que enseña a ponerse en el lugar del otro y a aumentar la autoestima).

Suena bien, ¿verdad?

Según esto, nuestros hijos acaban la enseñanza obligatoria con ciertos conocimientos globales de todo, algo de cultura general, tienen directrices para tomar decisiones y encauzar su vida por donde quieren de forma tolerante, justa, pacífica.
Pero la realidad es que cuando acaban la enseñanza obligatoria en gran medida tenemos en casa a adolescentes de los que no sabemos de la misa la media, con vidas paralelas a su familia, e incluso vidas que sus propios amigos desconocen. La adolescencia es una etapa de mucha vida interior en la que sin contar nada en casa, la mayoría de las veces por vergüenza, los chicos se hacen preguntas sobre todo y sobre todos. Unas veces ellos mismos, cuando se rodean de adultos que les guían de la forma adecuada encuentran respuestas. Otras veces, cuando los adultos que les rodean o no son realmente maduros, o les descuidan y no les dedican el tiempo necesario, o simplemente no saben escucharles, estos adolescentes buscan un oído en otra parte.
Es una etapa de incomprensión porque ni ellos mismos se comprenden, de no aceptación porque ni ellos mismos aceptan los cambios que sufren, de soledad porque no se atreven a verbalizar lo que tienen en la cabeza. Son por lo tanto muy vulnerables, y cuando se les da un dedo cogen el brazo, y basta con que unos minutos se sientan escuchados e importantes para que sean los mejores amigos de ese receptor.

Este fin de semana, tras los atentados despreciables de París, he escuchado a muchos padres llevarse las manos a la cabeza y preguntarse cómo puede ser que tantos jóvenes estén siendo reclutados por locos que lo único que quieren es que te suicides, y si eres mujer, que antes se hayan aprovechado todos sexualmente de ti. Nos parece todavía lejano, una locura, nos creemos que sólo pasa en otros países, un caso de cada mil..., pero en tu propia casa o en clase de tus hijos puede haber adolescentes que sin que nadie lo sepa, estén siendo reclutados.
¿Es algo "moderno"? No. Antes pasaba y sigue pasando con las sectas, sólo que antes el reclutamiento era más difícil y más fácil de detectar ya que el contacto tenía que ser presencial. Para que tu hijo acabase metido en una secta tenía que quedar con esa gente, pero ahora con internet, tu hijo puede tener contacto con yihadistas desde su dormitorio mientras haces la cena.

Suena fuerte y aterra, pero es así.

Hay padres ahora que prohiben que sus hijos utilicen el móvil, la tablet, el ipod... pero no creo que sea la solución. De hecho la prohibición puede hacer que se engrandezcan sus ganas de estar todo el día conectados. Lo que hay que hacer es enseñarles a usar las nuevas tecnologías, a detectar cuándo deben cerrar una página, a no tener dependencia de la comunicación con otras personas a través de internet.

Mi marido dice siempre, los niños tendrán para estudiar un PC en el medio de la casa, donde todos podamos ver en todo momento qué hacen. ¿No os parece una buena forma de controlarles? Es cierto que muchos necesitan llevar un ipad o una tablet a clase porque tienen libros digitales, pero para usar esos libros y esos recursos no tienen porque tener conexión a internet, así que pueden hacer los deberes y estudiar ellos solos sin excusas. Aún así, es bueno instalarles un buen control parental, y si no sabéis ni cuál ni cómo hacerlo normalmente el departamento informático de los centros puede orientaros y ayudaros en esto.Y para su disfrute personal, si consultan páginas sobre sus gustos, sus hobbies, sus ídolos, o sus equipos de fútbol favoritos, no tienen nada que esconder. Hay que enseñarles que pueden hacerlo en el salón aunque todos veamos lo que hacen.

Estas son algunas de las ventajas de tener sólo un ordenador sobremesa en casa para uso de los hijos, y colocado en zonas comunes:

  • aprenden a compartir y no acaparar el uso del ordenador
  • evitas que vean imágenes de contenido sexual
  • no utilizarán la web cam
  • podrás controlar qué páginas ven y si son apropiadas
  • limitarás el uso del chat
  • potenciarás pasar tiempo en familia (es su turno con el ordenador, pero siguen estando en familia y pueden interactuar en las conversaciones)
  • si observas qué páginas miran, sabrás más de ellos (al ver qué contenidos leen, podrás hablar de más cosas con tus hijos)
  • te implicarás más en su formación (ves qué están estudiando en ese momento y tendrás más facilidades para ayudarles con los estudios si lo necesitan o para estimularles con las cosas que les gustan).



viernes, 23 de octubre de 2015

La importancia de elogiar a nuestros hijos

Hace unos días leí un artículo sobre los peligros de elogiar a nuestros hijos.  Estoy tan a favor de elogiarlos y tan en desacuerdo con la gran mayoría de las cosas que decía ese artículo que me apetece escribir mi opinión.
A todos nos gusta ser elogiados, y de hecho a veces hacemos cosas sólo para que nos elogien. Es una forma madura y adulta de llamar la atención. De hecho ante las cosas simples y cotidianas los adultos tenemos tendencia a quejarnos cuando no se nos elogia. Constantemente las madres preguntamos “¿está rica la comida?”. Si los elogios no fuesen necesarios no haríamos esa pregunta, nos serviría con ver buenas caras mientras los niños comen, o que al menos no protesten ni digan “no me gusta”. Pero no, ni siquiera cuando no escuchamos quejas necesitamos que salga de la boca de nuestros pequeños un “qué rico está”. Necesitamos escuchar un elogio ante un esfuerzo. Porque para otros a lo mejor lo que acabas de hacer es sencillo, peor para ti seguramente el tener la comida hecha para todos sea un gran esfuerzo, y por lo tanto, susceptible de ser elogiado.
Para mí los niños son algo así como el ser humano es estado puro, sin tapujos, sin complejos, sin represiones. Por eso son tan sinceros y expresivos (para lo bueno y para lo malo). Y si un adulto necesita un elogio, un niño más aún.
No se trata de crear en los niños ideas inventadas o falsas, sino de elogiar sus logros. Y quiero enfatizar tanto sus como logros. Es decir, elogiar cosas que el niño hace bien continuamente (lo cual suele ser, para sus limitaciones, prácticamente todo) creo que es innecesario porque creamos en ellos esa necesidad, haciendo que se frustren cuando no reciben un estímulo positivo tras una acción. Pero elogiar un logro es diferente. Según la RAE elogiar es “conseguir o alcanzar aquello que se intenta o se desea”. El problema que tenemos a veces los padres es que no distinguimos qué es un logro. Para nosotros todo lo que un niño hace es sencillo, y por lo tanto no vemos el gran esfuerzo que son para ellos muchas cosas. A veces no es que se acuerden de no colgar el abrigo en su sitio, sino que desde ahí abajo ni ven el perchero y por lo tanto no se acuerdan de hacerlo.
Tal vez muchas veces confundamos si tenemos que elogiar un logro de nuestros hijos o aquellos logros que nosotros deseamos que consigan. Tal vez tras muchos días insistiendo a nuestro hijo en que vea la televisión desde el sofá, y no sentado en el suelo pegado a ella, lo elogiemos el día que sin decirle nada se coloque donde nosotros queremos. Eso es un elogio ante una situación que el niño no siente como elogiable, porque de hecho en realidad no entiende la necesidad de no “comerse” la televisión por mucho que se lo expliques. En cambio nos olvidamos de elogiarle cuando consigue encajar todas las piezas del juego de construcción, porque para nosotros ese juego no es importante, sin pensar que él tenía ese deseo, conseguir hacer la fuerza necesaria para encajar esa pieza que llevaba días resistiéndosele.
Además como escribí en la frase la semana “reforzando lo bueno se mejora lo peor”, y si reforzamos con elogios lo bueno de nuestros hijos, crearemos en ellos un sentimiento positivo constante que les hará ser más felices y en consecuencia corregir ciertos comportamientos.  Pensad en los adultos: el día que estamos felices y no conseguimos algo le quitamos importancia, porque el estado de felicidad es prioritario, pero cuando tenemos un mal día, ese mismo hecho que no conseguimos hace que nos enfademos, que nos pongamos de mal humor, que hablemos dando cuatro gritos… Los niños hacen igual, reaccionan de esa manera pero de forma más primaria: por eso les dan pataletas y rabietas, porque a diferencia de los adultos no han aprendido aún a gestionar la frustración.

De corazón, mi humilde consejo es que conseguiremos una cadena de sentimientos y acciones positivas si elogiamos los logros de nuestros hijos. Os animo a que lo hagáis.

miércoles, 7 de octubre de 2015

Recetas imprecisas de todo y nada

Hace ya unos cuantos días mi hermana me pidió la receta de la bechamel. No es que me cueste escribir, aunque sí me falta tiempo, pero no he sido capaz de hacerlo todavía porque no sé cómo...

Esto me recuerda a hace unas semanas cuando intenté colgar la receta de unos bollitos para merendar... y tampoco pude. Es más, iban a ser medias noches, pero resultaron ser bollitos, riquísimos, es o sí, pero no eran lo que yo tenía en mente.

¿Qué pasó? Que quien me dio la receta es una cocinera estupenda pero no sabe dar recetas.
Vengo observando esto últimamente en las abuelas y buenas cocineras de mi entorno. A preguntas esenciales para nosotras, pobres inexpertas, del estilo ¿cuánta cantidad le echo? (de lo que sea) dan respuestas absurdas del tipo "no sé, hija, lo que te pida", "tu ya vas viendo", "un poco a ojo", "a tu gusto"... Me cabrea, y mucho, y me entran ganas de decir "pues a mí el caldo no me pide nada", "a mi gusto no, al tuyo, que es quien sabe hacer la receta"...
Después está el tema de las medidas: siempre te las dan inexactas, usando como ejemplo recipientes que ya no tenemos en las casas. Te dicen: echa de agua una taza de duralex, de aceite necesitas medio vaso de los de nocilla. ¡No se darán cuenta de que el duralex es un material, no un tipo de taza!, y que además casi nadie las tiene ya (en gran medida debido a que una de las características de estas viejas tazas es que al caerse se rompen en mil pedazos pequeñitos y por eso ya nadie las quiere).
Tampoco piensan en que los vasos de nocilla de antes tampoco tienen la misma medida de los de ahora. ¿Qué haces en ese momento? ¿Le pides "su" vaso de nocilla o le preguntas: cuál, el de la promo de Minions o el de Frozen?
Imaginad que le doy a mi suegra una receta y le digo que de agua eche la mitad de un vaso de los de vino de la serie Murkla de Ikea, ¡la cara que se le quedaría!

Pero esto de lo que me quejo debemos tenerlo en el subconsciente cuando hacemos una cosa de forma automática. Hacemos algo pero no sabemos expresarlo, simplemente sabemos hacerlo, y como no tenemos que enseñar, no nos fijamos en cómo explicarlo. Y eso mismo me sucedió con la dichosa receta de la bechamel.

Mi primera versión era algo tan preciso y a la vez impreciso como:
Ingredientes:
Aceite: cubres la base la satén, como medio dedo meñique de alto;
Sal: un poquito;
Mantequilla (aunque en realidad yo siempre uso margarina, no sé cómo me las apaño): de la tarrinas da las de toda la vida, unos tres dedos;
Harina: ahí ya me pillas, un poco a ojo, no sé, una montaña;
Nuez moscada: ahí sí que sé, salpico cinco veces  por la parte del bote con agujeros pequeños (tengo la rara manía de contar a la vez);
Leche: lo que te pida, según veas que va espesando.

Me sentí bastante abuela así que mejor era no darle la receta y sugerirle que viniese a mi casa en Navidad y me viese hacerla.

Os dejo aquí, por si queréis arriesgaros, la NO receta de los bollos-medias noches:

Hacer una masa con:
10-20 gr. de levadura prensada desleída en 3 dedos de leche (a saber el ancho del vaso) y 100 gr. de harina.
Hacer otra masa con:
2 vasos de harina (a saber qué vasos)
2 huevos (me imagino que de los medianos)
50gr. mantequilla
1 1/2 cucharada de azúcar (¿de postre?, ¿sopera?)
sal (lo que te pida)
3 dedos de agua

Unir las dos masas y taparlo hasta que duplique su volumen. Hacer bolitas y colocarlas en una fuente de horno y esperar a que suban otra vez. Pintar con huevo y hornear (más o menos, 20 minutos a 180º)




martes, 15 de septiembre de 2015

LA VUELTA AL COLE...con empanada

Como no, hoy me toca hablar sobre la tan esperada vuelta al cole, que para mí, igual que para muchos, es un momento muy especial. Me recuerda a mi vuelta al cole cuando era pequeña y me gustaba ir al colegio, quería que llegase ese momento de ver de nuevo las caras a mis compañeros, poder escoger las libretas nuevas y pasarme horas decidiendo de qué color las quería, estrenar Plastidecor; me acuerdo también de las gomas Milán Nata impolutas, de los lápices 2B sin estrenar...
Para mí era un momento feliz. Y para mis hijos creo que también lo ha sido. Tenían ganas de empezar, de ver a los compañeros, a sus profesores...

En muchos países los niños tienen tantas vacaciones como los nuestros pero más repartidas: más días en carnaval o semana blanca, más días en Semana Santa... y menos los meses de verano. Es un reparto que para mi gusto es mucho más equilibrado tanto para la conciliación familia-escuela (se reducen mucho los problemas de qué hacer con los niños los meses de verano) como para el disfrute de los niños para los que, aunque parezca mentira, el verano se hace largo. No soy una esclava de los horarios pero trasnochar, las juergas, la playa... les agota, y cuando un niño está agotado se pelea con más frecuencia, protesta más, grita más... y los padres nos cansamos antes, con toda sus consecuencias. Por eso observo en muchos niños que para que estén plenamente felices tienen que estar descansados... y tanto verano les agota.

A lo que iba: mis hijos iban felices al colegio, y al final creo que eso es lo que buscamos los padres cuando escogemos un centro escolar. Hoy me voy a poner del lado de los padres. Creo que seleccionamos un colegio u otro por una serie de requisitos globales que hacen factible mandarlos a ese centro: precio, proximidad, horario, autobuses, oferta de paraescolares, número de asignaturas en lengua inglesa, y un largo etcétera. Pero por muchos de estos requisitos que se cumplan, casi todos nosotros cambiaríamos a los niños de colegio si no fuesen felices. Si tu hijo va triste, llora y llora y lo pasa mal raro es que felizmente le puedas dejar ahí.
Y digo que me pongo del lado de los padres porque cuando son pequeños nos importa más el cariño que les den los profesores, la atención y los cuidados que el nivel educativo. Como profesora en mis comienzos le habría dado más importancia a 'qué enseñar' que 'a quién estoy enseñando' y cómo lo estoy haciendo. Como madre llegas a un punto en el que dices "qué más da que aprendan todo el abecedario este año que el que viene; lo que me importa es que están cuidados, queridos, y felices, y por eso yo me puedo ir a trabajar relajada y contenta".

Para celebrar esta vuelta al cole, una rica merienda-cena con empanada de atún:



Ingredientes para la masa:
600gr. harina
350 gr. mantequilla blanda
4 yemas
1 cucharadita de sal
12 cucharadas soperas de agua templada

Ingredientes para el relleno:
1 cebolla grande
1/2 lata grade de atún
pimiento rojo
aceite
sal
pimentón dulce

Elaboración del relleno: pon una base de aceite, trocea mucho la cebolla y bóchala en el aceite con el pimiento (yo lo dejo en trozos grandes porque lo retiro una vez echa la mezcla, pero si te gusta y no te repite, puedes dejarlo troceado), una vez pochado, añade una cucharadita de pimentón (hazlo justo al final porque si no se quema).
Elaboración de la masa: mezcla todo mucho, haz una gran bola y tírala contra la mesa de la cocina cuatro veces; no te lo tomes a broma, ahí está el secreto (porque le quitas el aire). Divídela en dos y estira ambas bolas de masa. Pinta con aceite una fuente de horno y fórrala con masa. Métele el relleno y tápalo con la otra masa ya estirada, haciendo un agujero en el medio para que sude mientras la horneas. Píntala con huevo. Precalienta el horno a 180º y mete la empanada unos 45 minutos.




martes, 25 de agosto de 2015

Lazos de lana trenzada (Lazos Don Algodón)

Reconozco que envidio a los artistas por naturaleza, a todas esas personas que son capaces de encontrar inspiración en cualquier cosa, de tener sus propias y originales ideas, de inventar algo completamente novedoso...
No es mi caso; ni de lejos. Alguna cosa, poca, ha salido de mis manos y de mi cabeza que juraría no haber visto nunca antes. Básicamente lo que hago y que aquí comparto es producto de ver fotos, leer artículos, coger ideas..., y después "adaptarlos", modificarlos...
Pero sí creo que ese "ojo del artista" se me está empezando a pegar y por ello sin inventar nada soy capaz de ver en las cosas utilidades diferentes a las esperadas. Ahora veo un palet al lado de un contenedor y pienso en un banco para la entrada de la casa, o salimos al campo y recogemos ramas gruesas porque en ellas "vi" un precioso perchero...

 
Viendo esta foto seguro que pensáis que voy a hablar sobre calceta...pero no.
Hoy quiero compartir con vosotros un ejemplo de este pequeño artista que debo llevar dentro pero que no acaba de salir...

Se trata de una utilidad diferente del Twist Secret, de Babyliss.
Este aparato es un trenzador. Si veis la publicidad en la página web http://www.babylisstwistsecret.es o las fotos en la caja puede parecer que con él podéis haceros mil tipos de peinados y trenzas... Pero no es así exactamente: con el Babyliss Twist Secret podéis haceros un tipo de trenza, sólo uno; tendréis que ser vosotras las que después hagáis filigranas para conseguir peinados diferentes. A mí me parece muy cómodo, fácil de usar... pero porque reconozco que me encanta estar horas delante del espejo.

Y volviendo a la fotografía de los patucos. Si os fijáis en el cordón veréis el tipo de trenza que hace el Twist Secret. No tuve más que, para cada patuco, cortar cuatro trozos de lana (en este caso de algodón), y dejar que el aparato los trenzase.

Viene a ser el mismo sistema que se empleaba antes para los conocidos como "Lazos Don Algodón" que ahora se han vuelto a poner de moda. Por La Coruña es muy fácil encontrarlos en muchas tiendas, con diferentes grosores y en distintas tonalidades, pero si no es el caso, siempre podéis coger la lana que os guste y trenzarla vosotros siguiendo este mismo sistema. Un entretenimiento precioso.


domingo, 16 de agosto de 2015

No hay duda, son madre e hija...


Hace poco leí un artículo de la revista Bazaar sobre lo ridículo que resulta ver a mujeres con ropa interior y exterior con prints infantiles. Hablaba también de lo espantoso y fuera de lugar que queda ver a madres vestidas con ropa más propia para la edad de sus hijas...
Y me dio mucho, pero que mucho que pensar....
En este sociedad, en la que, queramos o no, todos tenemos un rol, tenemos que ir acordes con él. No podemos trabajar en la ventanilla de un banco con una cresta en la cabeza, ni podemos sentarnos en el suelo de una plaza a vender pulseras vestidos de Chanel. Simplemente, no encajaríamos. Así le sucedió a Eliza Doolittle en Pygmalion (Bernard Shaw), más conocida hoy en día por su versión musical, My Fair Lady. En ella Audrey Hepburn juega una papel impresionante en el que Eliza Doolittle (Liza) una chica Cockney, pretende entrar en la alta sociedad londinense pero no lo consigue porque su forma de hablar es absolutamente diferente a la esperada. Ayudada por un fonetista, el profesor Higgins (interpretado por Rex Harrison) aprende y modifica por completo su forma de expresarse por lo que es aceptada por la clase alta, pero cuando pretende volver a su barrio la rechazan por el mismo motivo: la ven inapropiada, distante, no se fían de ella...
Si trasladamos lo que a Liza le sucedió al mundo de la moda viene a ser lo mismo que explicaba antes sobre nuestro rol en esta sociedad.  Estoy de acuerdo con la revista Bazaar con que las madres debemos vestirnos como madres, pero me pregunto, ¿acaso no podemos ir perfectas con una camiseta de Hello Kitty? (Y de hecho no debo de ir desencaminada cuando las tiendas más internacionales están llenas de camisetas, pijamas, calcetines, accesorios... con licencias tipo Kitty, Minnie, Mafalda, Snoopy...).
Creo que es importante, tanto por la "salud mental" de nuestro hijos como por los vínculos que después creemos entre nosotros, alejar a nuestros hijos del sentido del ridículo. Hay que enseñarles a sobrellevar el ridículo cuando caigan en él, pero no creo que sea bueno que sientan ridículo y por lo tanto se avergüencen de nosotros. Salvando siempre la etapa que tienen todos llegada la adolescencia en la que nos guste o no van a "renegar" de nosotros. 
No se trata de vestirnos como nuestras hijas. No hace falta (y tampoco hay tallas en el mercado) que nos pongamos los mismos vestidos que les compramos a ellas, pero desde mi punto de vista sí es precioso el compartir con ellas algo de lo que llevamos puesto, sea un simple accesorio, un estampado, un patrón... Personalmente, ahora que mi hija tiene un año, aprovecho y me compro algunas cosas iguales (tenemos una camiseta de Kitty que llevamos a la playa las dos tan contentas) y algunos accesorios para mí con prints típicos de niña que ella señala como loca y no para de tocar (creo que es la hija más feliz del mundo cuando va debajo del paraguas rojo que tiene un dibujo de Hello Kitty).


Hace poco desempolvé la máquina de coser. Tenía que probar con un retal por si funcionaba bien o no ya que hacía años que no la usaba, y encontré en una tienda de chinos esta tela de 1m x 1,5m por sólo 2€. Me pareció un estampado precioso así que compré dos por si acaso tenía la suerte de que la máquina funcionase y de que con ese precio no se rompiese al lavarla...
Por suerte la máquina funcionó y tras una mañana en que la peque estuvo tranquila, más una película cuando se acostaron todos, marido incluido, el resultado fue una falda larga para mí y un vestido para mi hija.

Habrá (y muchos) que nos vean por la calle y piensen que soy ridícula, los habrá que les gustemos, a quien les demos incluso envidia..., pero no habrá nadie que al vernos por la calle le quepa la más mínima duda de que somos madre e hija.
¿Hay acaso algo más bonito?

jueves, 6 de agosto de 2015

Créete tus logros


Cuando no sabes qué pasa o desconoces el por qué de las cosas te angustias, te desesperas, le das vueltas a todo. Haces un drama de un dolor de cabeza... Pero cuando le pones nombre a lo que te pasa ves que es algo tan común que pasas a considerarlo insignificante. Muchas veces esto sucede también con objetivos, con metas, con tu lista de quehaceres diarios... Empiezas mil cosas y no terminas ninguna, te crees que no eres ni buena trabajadora, ni buena madre, ni buena con tu pareja. Si todo te lo callas lo engrandeces y te sientes peor, pero cuando hablas de ello con otras mujeres ves que a todas les pasa lo mismo y entonces te ríes, te da igual, y ves que es una etapa, sin más, que, como todas, acaba por desaparecer.

Viene a ser un sentimiento parecido al llamado por los psiquiatras "Síndrome del impostor". Se trata de la incapacidad de creerte tus logros; la interiorización del sentimiento de que lo que te sale bien es por pura casualidad, no porque realmente seas bueno en tu trabajo. Como consecuencia siempre ves a los demás más inteligentes y competentes que tú.

Miras a otras madres en el parque y siempre van más guapas, más tranquilas, sonríen más. Y entonces te envuelves en ese síndrome que hace que pensemos que el día a día sigue su curso sin que mediemos en él, que los niños crecen bien porque es lo que les toca. Y así con todo.
Pero un buen día te das cuenta de que eso le pasa a todas, que las demás también piensan de ti que eres más tranquila, que sonríes más, que sienten envidia de ti...

Hoy releo un artículo de José Luis Olaizola con el que no puedo verme más reflejada. Dice: “me asombra ver el buen resultado que me están dando las cosas que hago mal”. Tal vez debería puntualizar las cosas que me salen mal. Y es que como todas no tengo tiempo siquiera para comprobar si algo me sale mal de verdad, o si es que haciendo las cosas a mil por hora siempre sale todo… ¿mal? Como nos pasa a la gran mayoría hoy en día el sueldo no da para alguien que te eche una mano en casa, tienes que ir corriendo de un lado a otro con los niños porque los horarios así lo exigen, tienes que levantarte, ponerte guapa y llegar al trabajo sonriendo e impecable… Te pasas el día protestando porque todo está a medias, porque nada lo terminas con la perfección que te gustaría… 
Pero consigues terminar todo, y eso es lo que cuenta al acabar el día. 
Casi todo nos sale perfectamente mal, deslumbrantemente atropellado, fantásticamente inacabado… 

Eso es, todo nos sale perfecto, deslumbrante, fantástico… 
Me alegro de que todo, simplemente, nos salga.

lunes, 27 de julio de 2015

Manos a la obra paso 1: Pintar la casa.

Aunque dicen que el verano no es una buena época para encontrar casa, siguen quedando afortunados. Afortunados que se lo merecen tras años de búsqueda, papeleos… Van a tener que pintar así que para ayudarles desde tan lejos, os dejo hoy este post sobre pinturas. Todo un mundo…
Lejos de la pintura clásica que manchaba, goteaba, no se limpiaba… tenemos ahora en todas las tiendas de bricolaje una gran variedad de colores, acabados, finalidades… Casi todo el mundo conoce la que yo llamo "pintura básica": cubre con sólo una capa, no gotea, y es lavable.
Con lo de lavable me refiero tanto al momento de pintar (siempre quedan restos que se quitan fácilmente con un trapo húmedo) como después (los restos de ceras, las marcas de las manos, las rozaduras de los muebles…, todo sale con un paño húmedo).
Hasta aquí no creo que haya contado nada nuevo para nadie. Vamos con algunas "novedades":

El goteo y las salpicaduras: son en parte inevitable, pero se pueden solucionar fácilmente con el rodillo-antigoteo: Consiste en llenarlo de pintura y pintar como con cualquier rodillo, es el propio rodillo el que se va impregnando con la pintura.

En cuanto al tipo de pintura hay algunas novedades en el mercado:
Pintura con acabado de pizarra, ideal para las habitaciones infantiles o para una parte de la cocina y apuntar la lista de la compra o el menú del día.
Pintura magnética con efecto imán: muy recomendable por las posibilidades de decoración que ofrece (y mucho más limpia que los corchos de antes ademas de que te ahorras poner chinchetas…)
Pintura con olores: lavanda, mimosa… Todas las que he encontrado son florales y suaves y se recomiendan para la zona de lavandería.
Pintura "transparente" luminosa. Se ilumina en la oscuridad. Preciosa para niños. Pintas con plantillas y ni te das cuenta de que está cuando hay luz pero por la noche los dibujos brillan.
Pintura para azulejos: No destaca ni por su textura ni por su acabado pero es mucho más barata que cambiar azulejos.

En cuanto a los acabados también podéis jugar con diferentes técnicas: usando una esponja húmeda podéis mojarla en la pintura y pintar la pared dando golpecitos suaves con ella (efecto estarcido); podéis usar una escoba (de las de bruja de toda la vida) para que la pared quede con un efecto rayado; utilizando el culo de una botella de coca-cola como si fuese un sello podéis hacer flores en la pared.

Si queréis fotos de todo esto, escribiendo en un buscador la descripción que os he dejado encontraréis miles de imágenes.

Y por último APPS: Se llaman en este caso simuladores de ambientes. Hay muchos pero el que yo he probado y del que os puedo hablar es http://www.bruguer.es/es/paletas-de-colores. En este link seleccionáis el color que os guste y a continuación pincháis en "Visualizar en una habitación". Se os abre un visualizador con fotos de distintas habitaciones y sobre la que vosotros queráis aplicáis el color o los colores que hubieseis elegido. Podéis guardar los cambios, los códigos de los colores, vuestros favoritos….
Tenéis más simuladores en http://www.pintomicasa.com/2008/11/simuladores-de-ambientes-y-colores.html

Así que, manos a la obra….










viernes, 3 de julio de 2015

Monstruos con bolsas de plástico



Hoy me gustaría compartir con vosotros estos monstruos con bolsas de plástico que hemos hecho ayer por la tarde.  Fue una forma entretenidísima de dejar rienda suelta a la imaginación.
Esta manualidad no es idea mía: teníamos en casa un kit con material para montar estos monstruos siguiendo un patrón, pero lo que hicieron los niños fue, para mí, mucho mejor, ya que los hicieron como a ellos les apetecía.
Es una idea muy fácil de copiar ya que sólo necesitáis bolsas de plástico, y de cuantos más colores mejor, y  para el resto del cuerpo cualquier cosa que pueda pasar por un brazo, por un ojo... Es lo práctico de hacer "monstruos": todo vale.
Tenéis que apilar recortes de bolsas de plástico del tamaño de vuestra palma de la mano, más o menos, y unirlos atravesando un hilo por el medio (sirve tanza, lana, perlé, o un cordón cualquiera). Una vez unidos los recortes pegadlos sobre un círculo de cartón para que haga de base, y sobre los recortes pegad con cinta de doble cara un círculo de cartulina doblado por la mitad para hacer de boca, y ojos (o como los que veis en la foto o hechos de cartulina o cartón). Según lo grande que sea la pila de plástico (cuerpo del monstruo) podéis añadir nariz, pelo, un sombrero...
Los brazos y las piernas deben ir sujetos al círculo de cartón que hace de base. Para ello, como siempre, imaginación al poder: plumas limpia pipas de colores, lana con abalorios, pajitas....
¡Espero que os animeis a hacerlos!